Mi Blog "Responsabilidad Social de las Empresas"

martes, 31 de diciembre de 2013

NO ES LO MISMO...


(Entrada hecha por el Prof. Dr. D. Carlos GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ)


No es lo mismo………

………ser trabajador 1) asalariado de una empresa capitalista convencional que 2) de una sociedad cooperativa de la clase de las de trabajo asociado, y por tanto, socio. Esta afirmación, evidentemente, vale sea cual sea la dimensión de una y de otra.

Los primeros están en el régimen general de la seguridad social y no sería una incoherencia que estuvieran asociados a un sindicato (otra cosa es si eso es una estupidez, pero este no es el asunto ahora y aquí), y pueden decidir sobre la marcha de la empresa de manera muy limitada (delegada a través de los comités en los que, en muchas ocasiones, los sindicatos “hacen de su capa un sayo” a través de los “liberados” –este es un buen ejemplo de eufemismo y de abuso del lenguaje-). Por tanto, los directivos están, en la jerarquía, por encima de los trabajadores –asalariados- y han de llevar a cabo lo que decida la asamblea de capitalistas (si algún o algunos asalariados son capitalistas es una circunstancia que aquí no se tiene en cuenta).

Los segundos, como no son asalariados, sino socios (precisamente por ser trabajadores, independientemente de la cantidad de dinero que aporten a la empresa en concepto de préstamos vivo hasta que pierden la condición de trabajador, y, por tanto, la de socio), no pueden estar en el régimen general de la seguridad social, sino, acaso, en el mal llamado régimen de autónomos (aunque debería ser denominado, de los trabajadores “por cuenta propia o empresarios individuales), y pueden (y deben) decidir con todos los derechos de información, sobre todos los asuntos de la marcha de la empresa, y además, bajo el régimen de una persona un voto, independientemente de su aportación al capital. Por tanto, los directivos están bajo su autoridad y han de llevar a cabo lo que decida la Asamblea General, que toma decisiones con ese régimen democrático.

Por tanto, cuando una empresa de cualquier dimensión (el tamaño se asigna según el valor que toma alguno de los siguientes parámetros: la facturación, el activo fijo, la plantilla, o los recursos propios ¡de los socios!, que son de aplicación para los dos tipos de empresas referidas más arriba) entra en crisis, no es lo mismo ser trabajador de una o de otra empresa.

No es lo mismo, sino que es cosa distinta y distante y no se pueden confundir churras con merinas, y vender el problema como si “el sistema” capitalista sea el responsable y tengan que resolverlo el conjunto de los ciudadanos; y mucho menos cuando la sociedad cooperativa forma parte de un grupo empresarial consolidado gracias al esfuerzo continuo de sus socios a lo largo de muchos años (que es de mucho valor) y, también ¿porque no decirlo? a muchas aportaciones de los poderes (habría que decir “debilidades”) públicos sobre los que ese grupo ha actuado con tanta eficacia como lo hacen las grandes empresas convencionales (hasta el punto de que ha conseguido que se promulguen varias leyes proteccionistas y que atentan contra el principio consagrado por el derecho mercantil de la unidad de mercado).

Evidentemente, el sistema es responsable de todo lo que pasa, particularmente en un ámbito en el que el mercado no funciona por lo inmiscuida que está la política y los políticos (este sustantivo ha llegado a convertirse en un adjetivo calificativo sinónimo de mentiroso, defraudador, ladrón, especulador, maquinador para alterar el precio de las cosas, y otras lindezas), los sindicatos, los periodistas, los burócratas, aquellos a los que les es de aplicación el dicho popular “nobleza obliga”, e incluso todo el sistema judicial  que ha quedado tergiversado –desde su órgano de gobierno- por los políticos hasta el punto de que ninguno de éstos devuelve lo que ha robado (lo de la cárcel es lo de menos).

Pero los empresarios conocen el estado de cosas y, por tanto, deben descontarla.

Las crisis empresariales son consecuencia de muchas causas, pero siempre son responsabilidad de sus responsables (valga la redundancia): los que tienen capacidad de tomar las decisiones para anticipar la manifestación de la crisis que se suele concretar o bien en un incremento de los costes o en una caída de las ventas ocasionada por el aumento de la competencia o por la caída de la demanda, las cuales, tienen, a su vez, muchas causas.

Los responsables son los que sin que nadie les ponga una pistola en el pecho, se embarcan en esa aventura hermosísima empresarial, llena de riesgos, que se compensan con el beneficio empresarial, pero que, pueden ser pérdidas; y, lo inteligente es limitar las responsabilidades, al menos la pecuniarias.

Tal y como están descritas las cosas más arriba, la crisis de una gran empresa capitalista convencional no es responsabilidad de los trabajadores, en tanto que asalariados, sino de los capitalistas, que son los socios, y, de los capataces (vale decir: directivos); pero si es responsabilidad de los trabajadores, en tanto que socios, si se han dejado dirigir mal por aquellos que están debajo de ellos en la Asamblea General.

Por eso, como no es lo mismo, no es de recibo “vender” la crisis de empresas de muchos trabajadores que son socios, como si se tratase de una empresa convencional; y menos, cuando esa empresa forma parte de un conglomerado fuerte consistente (de muchos otros trabajadores, por tanto, socios) que, lógicamente, no quiere seguir perdiendo dinero; pero que tiene la responsabilidad y los medios materiales, humanos (centros de formación, y, por tanto de reciclaje) y financieros (desde una entidad financiera hasta un sistema de previsión social, con importantes implicaciones financieras), para “encajar” la mala fortuna de una de las empresas del grupo que se ha visto sometida a incapacidad de prever la caída de la demanda por parte de los directivos, en primer lugar (que es su obligación profesional) y por parte de los socios-trabajadores-empresarios (como era su obligación empresarial).

Ahora bien, si la sociedad cooperativa en su proceso de crecimiento y de penetración en más mercados se ha relacionado (en su entorno) e incluso ha creado –allí donde la mano de obra asalariada es más barata (en países en los que la cultura de la sociedad cooperativa no está consolidada)- empresas convencionales (lo cual no es criticable porque “hay que arar con los bueyes que se tienen” y porque la sociedad cooperativa no se crea desde fuera), y con su caída ha arrastrado a la caída a otras empresas, entonces los trabajadores asalariados de éstas empresas relacionadas: subsidiarias, delegadas, filiales o simplemente proveedoras o distribuidoras han perdido su puesto de trabajo. Y, como “el que es causa de la causa es causa del mal causado”, los responsables de la pérdida de trabajo de estos trabajadores asalariados –empleados- son los socios (trabajadores no asalariados) de la empresa que ha sido la generadora de estas otras

Esto ocurre cuando la sociedad cooperativa es de una gran dimensión (lo cual es un indicador de que ha tenido un pasado brillante y tiene mucho mérito) y ha conseguido una implantación en el mercado muy consistente hasta el punto de que ha llegado a ser una gran exportadora desde fuera, creado empresas convencionales para abaratar costes laborales (contratando a trabajadores como asalariados) y de distribución. Pero se puede morir de éxito, o mejor dicho, de la falta de previsión.

Como, evidentemente, la sociedad cooperativa está en una gran crisis, la responsabilidad es del conglomerado de sociedades cooperativas que acoge, como asociada a la que entró en crisis.

Así pues “No es lo mismo”…. ser trabajador asalariado que trabajador socio. Por ejemplo, en un bufete de abogados, no es lo mismo el colegiado que está asalariado que el que es socio, aunque ambos, trabajadores, desempeñen el mismo trabajo. También trabajan los especuladores, y hay que trabaja mucho para conseguir que no se haga nada.

Por analogía: no es lo mismo adquirir una vivienda en el mercado libre que a través de una sociedad cooperativa de viviendas, aunque la hubiera promovido un sindicato, porque “no se puede uno fiar de nadie”. Y, otro ejemplo, es el de los ciudadanos que sabiendo lo que saben, vuelven a votar, para ser dirigidos, con base en su soberanía, a quien ya se sabe que no gobierna adecuadamente (acepta trajes, financia a fundaciones fraudulentas, tergiversa los procesos administrativos, recalifica suelos sin control, etcétera).

Cuando una organización tiene un carácter democrático, los socios, que son los que toman las decisiones, tienen que ser muy vigilantes de la profesionalidad de las personas que ponen a dirigirles, porque los socios no tienen porque saber dirigir, pero tienen que saber vigilar a los que dirigen; y si no lo hacen bien, sustituirlos, porque, en caso contrario les pueden llevar a la ruina, como ocurre con frecuencia por la responsabilidad de los que se inhiben en su función de vigilancia.

Hay que decir las cosas como son, porque las verdades a medias son las peores mentiras.

5 comentarios:

  1. No es lo mismo... no, no que este blog hubiera pasado desapercibido para Carlos (la verdadera álma máter actual de la Escuela de Estudios Cooperativos, que generosamente me acogió en su seno para ser uno más de sus investigadores –hace más de quince años...uff!!–), no que me haya privilegiado con la realización de la primera entrada ajena en este blog, es decir, que no me tiene a mí como autor. No puede ser lo mismo: confío que sea la primera de muchas, pues todos ganaremos, especialmente yo. Al igual que espero que el resto de colegas también se sumen a su ejemplo –como siempre– en un futuro más próximo que lejano, eso significará que será un foro común de encuentro virtual para todos los interesados por las empresas u organizaciones de participación –como le gusta llamarlas a Carlos–, pero, por supuesto, especialmente para los miembros de la Escuela de Estudios Cooperativos.
    No es lo mismo que aquí hablemos cualquiera de economía social, de las cooperativas y del cooperativismo a que lo hagas tú, Carlos, que tanto has estudiado y tan bien este movimiento de reforma social y económica de nuestra sociedad, de propuesta alternativa que trata siempre de germinar en el desempático y árido terreno del sistema capitalista, un sistema que nos rodea, cultiva y adoctrina con valores y principios tan ajenos a los del cooperativismo: ¡Cómo iba a serlo!
    Dices muy bien, Carlos, no es lo mismo ser asalariado de una empresa capitalista que socio trabajador de una cooperativa, la posición del trabajador en uno y otro caso es comparable, si se me permite el burdo símil, a ser tratado como un actor de reparto en lugar de protagonista principal de la película –de su vida–. El poder económico tiene tendencia a someter a quienes le rodean, así que o lo administras éticamente (responsabilidad social empresarial) o te somete inexorablemente al maximizar los rendimientos del capital (en su estricta lógica capitalista).
    También me convences, Carlos, con una excelente descripción de la hipocresía empresarial, del calculado marketing social ejercido desde el ámbito cooperativo, de cómo se manipula en el seno de las sociedades cooperativas, cuando afirmas que «cuando una empresa de cualquier dimensión... entra en crisis, no es lo mismo ser trabajador de una o de otra empresa», no puede serlo, «sino que es cosa distinta y distante y no se pueden confundir churras con merinas, y vender el problema como si “el sistema” capitalista sea el responsable y tengan que resolverlo el conjunto de los ciudadanos; y mucho menos cuando la sociedad cooperativa forma parte de un grupo empresarial consolidado gracias al esfuerzo continuo de sus socios a lo largo de muchos años (que es de mucho valor) y, también ¿porque no decirlo? a muchas aportaciones de los poderes (habría que decir “debilidades”) públicos sobre los que ese grupo ha actuado con tanta eficacia como lo hacen las grandes empresas convencionales (hasta el punto de que ha conseguido que se promulguen varias leyes proteccionistas y que atentan contra el principio consagrado por el derecho mercantil de la unidad de mercado)».
    Un magnífico retrato nos brindas, Carlos, de los políticos y de su otrora noble arte –la política– en los tiempos que corren: «Evidentemente, el sistema es responsable de todo lo que pasa, particularmente en un ámbito en el que el mercado no funciona por lo inmiscuida que está la política y los políticos (este sustantivo ha llegado a convertirse en un adjetivo calificativo sinónimo de mentiroso, defraudador, ladrón, especulador, maquinador para alterar el precio de las cosas, y otras lindezas)». Sí, Carlos: ¡¡Los novedosos significados y sinónimos radiografían tan bien cómo digiere y siente sus problemas cualquier sociedad!!. (sigue y... acaba en el siguiente comentario)

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  2. Y, además, nos recuerdas lo que a veces se olvida: «Las crisis empresariales son consecuencia de muchas causas, pero siempre son responsabilidad de sus responsables (valga la redundancia): los que tienen capacidad de tomar las decisiones para anticipar la manifestación de la crisis que se suele concretar o bien en un incremento de los costes o en una caída de las ventas ocasionada por el aumento de la competencia o por la caída de la demanda, las cuales, tienen, a su vez, muchas causas», «responsables son los que sin que nadie les ponga una pistola en el pecho, se embarcan en esa aventura hermosísima empresarial, llena de riesgos, que se compensan con el beneficio empresarial, pero que, pueden ser pérdidas; y, lo inteligente es limitar las responsabilidades, al menos la pecuniarias».
    El principio de no hay poder sin responsabilidad lo enuncias perfectamente: «Las crisis de la gran empresa capitalista convencional no es responsabilidad de los trabajadores, en tanto que asalariados, sino de los capitalistas, que son los socios, y, de los capataces (vale decir: directivos); pero si es responsabilidad de los trabajadores, en tanto que socios, si se han dejado dirigir mal por aquellos que están debajo de ellos en la Asamblea General».
    También denuncias claramente el sorprendente abandono de algunas de las históricas señas de identidad de las cooperativas, como son la ayuda mutua o la solidaridad entre aquellos iguales que comparten el pan (cum panis), al dar implícita cuenta –o, al menos, yo así lo interpreto– del reciente escándalo del Grupo Corporativo Mondragón (MCC) con el «caso Fagor», por no saber «“encajar” la mala fortuna de una de las empresas del grupo que se ha visto sometida a incapacidad de prever la caída de la demanda por parte de los directivos, en primer lugar (que es su obligación profesional) y por parte de los socios-trabajadores-empresarios (como era su obligación empresarial)». E, incluso, importas teorías propias del Derecho penal (“el que es causa de la causa es causa del mal causado”), para imputar responsabilidad de la pérdida de empleo a los socios trabajadores o, en el caso fagor, a MCC (al menos así lo entreleo yo, pero reconozco que no puedo atribuir intenciones no explícitas, sino tan sólo conjeturar sobre las implícitas, por lo que, corrijo lo dicho: esta última interpretación sobre MCC bien pudiera ser que, quizá, fuera esa tu intención o, bien, más simplemente, que sea yo quien quisiera que lo dijeras, :–)).
    Concluyes en este sutil “No es lo mismo” que ya «no se puede uno fiar de nadie», porque en las sociedades cooperativas, como singular expresión a pequeña escala de un sistema político democrático, los socios –cual ciudadanos– deben vigilar a los administradores o gestores elegidos para el gobierno de la organización –cual gobernantes de una nación o de sus nacionalidades [¡?]–, «y si no lo hacen bien, sustituirlos, porque, en caso contrario les pueden llevar a la ruina, como ocurre con frecuencia por la responsabilidad de los que se inhiben en su función de vigilancia». Y al final, inevitable y felizmente, te sale el rol de padre admonitivo que llevas dentro y que tanto agradezco: «Hay que decir las cosas como son, porque las verdades a medias son las peores mentiras».
    Pásate por este blog, Carlos, y dí más «verdades del barquero» cuando quieras: no hay llaves aquí, como bien sabes, pues las puertas siempre están abiertas entre cooperativistas. Por favor, hazlo tan a menudo como quieras, Carlos, pues, efectivamente, no es lo mismo... que dijeras tú todo esto a que lo dijera otra persona, ya que lo dice también el alma páter de la Escuela de Estudios Cooperativos y cuando lo hace parece más bien un niño que ingenua pero graciosamente dijera: mirad, mirad... el rey está desnudo (porque del Rey también hablaste: ¿o también quisiera yo que lo hubieras hecho?).

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  3. Hola a todos. Me llamo Candelo y antes de comentar nada, me gustaría mostrar mi respeto hacia vosotros, los que publicaís en este interesante blog. Digo esto no como una formalidad más, sino para reconocer cual es vuestra posición y cual es la mía. Acabo de terminar los estudios de Derecho y soy consciente de que mis conocimientos en esta matería son bastante limitados, por ello me gustaría advertir al autor de esta reflexión que no tome mi comentario como un atrevimiento por parte de alguien al que todavía le queda mucho para aportar algo novedoso. Por otra parte, me disculpo si a veces mi comentario adquiere tintes más sociológicos o filosóficos que jurídicos, pues como ya he dicho, no me encuentro en disposición de aportar nada.

    En cuanto al tema, desearía empezar anadiendo una reflexión de Pérez Galdós que tal vez les resulte interesante. "Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el Poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos... Si nada se puede esperar de las turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria (...) No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos (...) La España que aspira a un cambio radica y violento de la política se está quedando, a mi entender, tan anémica como la otra. Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis étnica, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental".

    Lo que más me interesa de esta reflexión, totalmente actual, es la última frase, en la que Pérez Galdós pone sus esperenzas de cambio en las generaciones futuras. Es evidente que hizo mal algunos cálculos, pues hoy, cien anios después, seguimos esperando esa nueva sangre y unos nuevos focos de lumbre mental. Recalco esta frase por que enlaza perfectamente con el sentimiento, a mi entender, de la entrada del Profesor. Dr. GARCÍA-GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ.

    A diario leemos o escuchamos noticias sobre la crítica situación nacional, y en los bares, quién todavía podemos ir a tomarnos un zumo de cebada, nos dedicamos, al modo de las clásicas Sociedades Económicas de Amigos del País, a comentar el panorama haciendo un alarde de conocimiento sobre quienes son los culpables y sus fechorías, aportando, en rara ocasión, alguna solución meditada. Y es que a toro pasado, la capacidad de diagnóstico de los espanoles es asombrosa.

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  4. Sería interesante poder observar en una cooperativa cual es el tema actual de conversación de los socios durante una pausa, siempre que no sea Lunes claro, que esta temporada hay tres equipos dándolo todo. Estoy convencido que también hacen alarde de su capacidad de diagnóstico. Es realmente interesante lo mucho que se asemeja la estructura de una cooperativa al de un país democrático, natural por otra parte, pues los socios no dejan de ser ciudadanos, pero me entristece que la semejanza tenga tintes negativos.

    Durante mis años de estudio, debo decir que al estudiar las Cooperativas sentí, en un primer momento, una sensación de entusiasmo, similar al que debe sentir el súbdito de una dictadura cuando le hablan de eso a lo que llaman Democracia. Pero ese entusiasmo solo duró algunas clases, aquellas en las que estudiamos su origen y funcionamiento, pues al empezar a profundizar sobre su regulación actual, algunos ejemplos de excesos o las incongruencias de ciertas Cooperativas, el entusiasmo se desvaneció.

    No quiero que estas impresiones se tornen en crítica, consciente de mis propias debilidades, simplemente hago constatar la realidad que perciben mis ojos. El ideal cooperativo, así como el democrático, son y serán, a mi parecer, un eterno sueño frustrado, ya que ambas estructuras necesitan de miembros, socios una o ciudadanos la otra, que muestren un intenso e infinito compromiso hacia la estructura de la que forman parte. Pero siendo realistas, ya digo que desde mi natural percepción pesimista, el entusiasmo inicial que muestran los socios al constituir la cooperativa se va desvaneciendo de la misma forma que el compromiso hacia las estructuras democráticas cuando estás nacen y va pasando el tiempo. Es posible que sea algo inherente a la naturaleza humana, y que sean los fundadores quienes solo aprecien el esfuerzo y valor que tiene aquello por lo que han trabajado para que se haga realidad, pero lo cierto es que la historia se encarga de bombardearnos con ejemplos donde colosales estructuras se han venido abajo por la simple apatía de sus miembros. Ser ciudadano o socio requiere esfuerzo y compromiso como he dicho, y capacidad de auto crítica o asunción de responsabilidades, y mientras no sea esto el tema de conversación en los bares o en las pausas durante el trabajo, el futuro de la democracia o las cooperativas solo podrá ir en decadencia. Y es que solo aquellos que son realmente libres y se sienten dueños de su futuro saben que el problema y la solución empieza en ellos mismos.

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  5. Muchas gracias, Candelo, eres el primer ex-alumno de cooperativas en la Licenciatura de Derecho que aparece por estos lares para participar en esto tan extraño de las cooperativas y otras entidades de economía social. Como alumno diste sobradas muestra de tu interés por la materia y hiciste un magnífico trabajo sobre cooperativas, que aún recuerdo. Me complace saber que, desde Alemania te has animado a escribir en este foro (pues, por lo último que me contaste te hallas por la bella Berlín. Pese a todo, no te cambio el sitio, allí debe hacer un frío que pela :-)). Me alegra más si cabe que la inteligencia y la pluma sigan creciendo, pues tus reflexiones son agudas. Pero no puedo dejar de reprenderme, por la parte que me toca, obviamente, por haber contribuido a desesperanzarte con las cooperativas, pues dices que empezaste ilusionado y tras las primeras clases descubriste que la evolución normativa de este fenómeno económico social que es la cooperación ha ido alejándose irremisiblemente de sus contornos orignarios y de sus señas de identidad tradicionalmente más significativas. Es cierto, pues soy responsable en la mayor medida de cuanto os dije en las clases, pienso que el tipo sociedad cooperativa alberga hoy en día formas o proyectos empresariales impensables otrora, el desgaste de la esencia cooperativa es más que evidente. ¿¿Pero acaso las propias esencias no son un mero concepto relativo y que no resiste seriamente un análisis diacrónico?? Todo es relativo, lo que hoy es blanco, se torna paulatinamente en gris albino, para luego ir degenerando hacia el ceniza e irreparablemente al "azulocurocasinegro". Algo así ha acontecido con las cooperativas, por supuesto. Pero, ello no obstante, "lo blanco no podrá dejar de ser identificado como blanco", por mucho que progresivamente "tratemos jurídicamente" como blanco también lo grisáceo, lo ceniza e, incluso, lo casi negro negro. Los juristas somos tahúres, de ahí nuestra fama, no en vano ganada, de manipuladores, deshonestos y de seres del conocido Club del "donde dije digo digo Diego"... mea culpa.
    Dicho esto, no se te olvide estimado Candelo Alberto Infante Mora, que las cooperativas también son esas empresas originarias que nacieron con vocación de cambiar un mundo injusto, que explotaba y especulaba tremenda y horriblemente con las necesidades y deseos de las clases más vulnerables. Y cómo esos colectivos afectados (trabajadores o proletarios, agricultores, consumidores, etc.) unieron sus fuerzas para reaccionar a un mundo muy egoista y desempático, a fin de articular colectivamente bajo novedosas fórmulas jurídicas de participación democrática, solidaria y de autoayuda una nueva vía de hacer empresas que nos acercaran a un mundo más humano, más sensible y atento a las necesidades de los más desafavorecidos y que tenía aspiración de ser la primera forma de empresa socialmente responsable, al menos conscientemente de ello, por mor de su propósito de lograr no la satisfacción del mero egoismo sino de contribuir a mejor, pian piano, este injusto mundo que entre todos nos hemos creado.
    Mucho ánimo Candelo, encaja los golpes, toma el aire que sea preciso, claro... pero, por favor, nunca desfallezcas, pues como tú mismo muy bien nos dices: "somos los dueños de nuestro futuro" (y, añadiría más, de nuestro presente), "la solución comienza en nosotros mismos".
    Un abrazo fuerte desde la lejana-pero-que-espero-que-al-menos-hoy-sientas-más-cercana España.
    Francis

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